una señal convenida y la noche empieza a crecer, con su quejido maquinal que alguna vez soñó derribar paredes
alguna vez, aunque ahora las paredes antiguas, blancas y sucias, se espejan y se vuelven para guiñar el ojo en los descensos silenciosos de la vergüenza, las paredes amarillas y desdentadas, nos levantan por el cuello de la camisa para ver mejor, que vayan entrando los milagros
la risa va llegando, se la oye retumbar, y va dejando a su paso un río de gentes descabezadas, un murmullo extático de Otredades, asir las verticales paredes de forma que se pueda estar de pie, de forma que todo se deje de mover, de forma que la mano encuentre algo afuera, de forma que no nos encuentre la desgracia, que el dolor no llegue, que todo siga
alguna vez, aunque ahora las paredes antiguas, blancas y sucias, se espejan y se vuelven para guiñar el ojo en los descensos silenciosos de la vergüenza, las paredes amarillas y desdentadas, nos levantan por el cuello de la camisa para ver mejor, que vayan entrando los milagros
la risa va llegando, se la oye retumbar, y va dejando a su paso un río de gentes descabezadas, un murmullo extático de Otredades, asir las verticales paredes de forma que se pueda estar de pie, de forma que todo se deje de mover, de forma que la mano encuentre algo afuera, de forma que no nos encuentre la desgracia, que el dolor no llegue, que todo siga
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